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IGUALA, Gro., 15 de febrero de 2015.- Los familiares de desaparecidos en la región de Iguala se enfundan en una camiseta negra cuando salen a los cerros a cavar en busca de restos humanos, de huesos que quizá contengan la huella de su ADN.
Según lo publicado en Zócalo Saltillo, a diferencia de otros colectivos similares, los integrantes de esta Comisión de Búsqueda de Familiares Desaparecidos en Iguala, que en menos de tres meses agrupó a más de 500 afectados, no buscan vivos a sus seres queridos ni pretenden encontrar y señalar culpables.
Esta postura la hacen explícita en sus declaraciones. “No buscar culpables no significa renunciar a la justicia. Pero de momento no podemos hacer más. Cualquier otra cosa sería arriesgar la vida. Si de por sí es peligroso salir a buscar a los muertos en las fosas clandestinas bajo las narices de los perpetradores”, señalan los integrantes de la referida comisión.
Desde hace años, en Iguala gobierna una coalición de políticos, policías e integrantes del crimen organizado. Y reina el miedo. Los levantones con fines de extorsión son parte de la vida cotidiana. Éstos casi siempre culminan con la desaparición de la víctima. Ni las estadísticas ni el registro de denuncias ante el Ministerio Público reflejan esa realidad.
No hacía falta que nadie viniera a amenazarnos. Nosotras solitas nos íbamos a encerrar en nuestras casas, con esa angustia de tener a un ser querido desaparecido y sin poder recurrir a nadie. Totalmente a la intemperie, porque aquí, en Guerrero, no hay a quién recurrir. ¿A las autoridades? Menos que a nadie, si son ellos mismos los que hacen el mal.
Las palabras de Ángela Saucedo Pineda, con su hijo de 26 años arrancado de su casa en medio de un asalto y una balacera, con heridas de bala en tórax y abdomen desde 2009, hablan de la parálisis social que mantuvo en silencio los crímenes de la delincuencia organizada en la región.
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