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MÉXICO, DF, 9 de enero de 2015.- Hace año y medio, el obispo Alejo Zavala, de la diócesis de Chilpancingo, recibió una llamada. El sacerdote de la parroquia de Cuetzala del Progreso había desaparecido y la voz al otro lado de la línea le pedía dinero para dejarlo libre, publica Milenio.
Era ya el segundo padre secuestrado de esa iglesia.
El obispo entregó el dinero personalmente.
En el celular, los secuestradores le daban instrucciones sobre dónde depositar el dinero. “Hubo una negociación. Les dimos una pequeña cantidad”, dijo Zavala. No quiso especificar cuánto.
Una o dos horas después (de entregar el dinero), lo soltaron, dice el obispo. Había sido levantado dos días antes en una carretera federal.
Después del pago, el sacerdote llegó caminando a la parroquia de Cuetzala del Progreso.
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