Teléfono rojo
De unas semanas a la fecha, el calificativo de “El político más completo del país” ha circulado en artículos, análisis y columnas periodísticas acompañando el nombre de Manlio Fabio Beltrones. El slogan parece exagerado –para algunos de mal gusto– no así para los seguidores del sonorense, quienes no dudan en ensalzar su basta experiencia y “colmillo” retorcido.
Algo es cierto. Si Beltrones no es el más completo, sí es uno de los priistas más eficaces. Estratega clave en acciones políticas cuando su partido quedó huérfano del poder durante la docena panista.
Los hechos avalan su trayectoria. Recientemente fue el gran operador que venció al PAN en la reñida contienda por la gubernatura de Sonora. Antes, astuto negociador de las reformas estructurales; soldado de lealtad incondicional hacia el Presidente de la República.
¿Cómo Beltrones no hay dos?
El sonorense no tiene más por demostrar; ha levantado la mano para dirigir al PRI, pero si la “señal” de Los Pinos no lo favoreciera, ni siquiera se inscribiría en la contienda; se iría de “vacaciones” a recorrer el país… ¿y a jugarle al “bronco”?.
Así de simple.
El peso específico del aún coordinador de PRI en la Cámara de Diputados –dejará de serlo este fin de mes– complica la decisión presidencial sobre el futuro del personaje.
Beltrones no pertenece al círculo compacto de Enrique Peña Nieto, aunque su labor haya sido invaluable en la primera mitad del sexenio agobiado por una profunda crisis de credibilidad y el vertiginoso desgaste del ejercicio del poder.
Dejar suelto a un operador eficaz en momentos tan complicados para el gobierno federal no parecería buena idea. Bien decía Don Porfirio (Díaz, no Muñoz Ledo): “a los amigos cerca y a los no tanto, más”.
En ese sentido jugaría a favor de Beltrones una eventual incorporación al gabinete. En contra, los usos y costumbres y el estilo personal de gobernar del Presidente Peña Nieto, reacio a los cambios, y aún más a dar explicaciones.
EL MONJE LOCO: La persecución de periodistas críticos del poder, indigna, tanto como los juicios atropellados para señalar al gobierno de Veracruz como sospechoso de la muerte del foto reportero Rubén Espinosa, y de paso haberse “cargado” a cuatro mujeres. Esperemos indicios y evidencias antes de acusar. Cierto, la violencia en la escena del multihomicidio de la Narvarte no es usual en un simple robo, pero tampoco se vale criminalizar de antemano a un probable y diabólico verdugo… y menos a las víctimas.
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