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Teléfono Rojo
El señor que siempre factura a nombre de CAPAMA
Es miércoles y casi son las 11 de la mañana. Y parece que Raúl Isidro Juárez Ponce, director de Administración y Finanzas de la CAPAMA, no tiene prisa. Parece que no hubiera algunos problemitas en la paramunicipal y disfruta su trabajo.
Sorbe el café, disfruta bocado a bocado de su platillo, igual que la conversación festiva con sus acompañantes en el Vips de Galerías Acapulco, antes La Gran Plaza.
En las colonias, la carencia del líquido que entrega CAPAMA es notable. Bueno, que entrega con dificultad en algunos lugares y en otros de plano no. Trabajadores del organismo provocan largas colas de vehículos mientras limpian las apestosas cañerías de La Costera. Pero parece que eso al funcionario ni le ocupa ni le preocupa. Son casi las 11 am y el desayuna en este popular restaurante.
Las meseras de Vips lo atienden como a cualquier cliente, saben exactamente quién es, no sólo por sus generosas propinas, sino porque es “el señor que siempre factura a nombre de CAPAMA”. Y siempre, dicen ellas, se sienta en la mesa que está bajo el bizarro cuadro del caracol.
Pero ellas son discretas, no hablan mal de sus clientes. Tampoco bien. Si les preguntas le sacas las respuestas con tirabuzón. Ya que agarran confianza ni el gerente en turno las para. Y para agotar este segmento, aparentemente sin trascendencia, en cuanto al servicio, las meseras de Vips, la mayoría encantadoras y guapas, aunque tienen filias y fobias sobre algunos clientes, como a los de la famosa mesa 55. Insisto, ellas atienden a los comensales con la luz de su sonrisa, aunque por dentro le estén mentando la madre.
¿La mesa 55? Yo le llamo la mesa de los priístas, aunque acude gente de otras filiaciones políticas, lo que hace que muy temprano los ahí reunidos hasta en tres mesas juntas tengan los chismes políticos del puerto más calientitos que el pan que sirven ahí.
La mesa la integra, una comunidad variopinta, entre burócratas, jubilados, pensionados, desempleados, periodistas, seudocomunicadores, orejas —este oficio aquí es muy efectivo, todo lo que se diga llega a donde tiene que llegar—, líderes que quieren revivir partidos moribundos, profesionistas destacados, gente de bien y de mal, etc… Pero abunda la solidaridad y la amistad en este medio inhóspito para estos valores.
El pasado miércoles a los de la mesa 55 los cambiaron de lugar y los ubicaron en las mesas céntrales del restaurante, lo que les permitió tener un alcance tan óptico del lugar y casi de frente al director de Administración y Finanzas de la CAPAMA, y a las dos damas que le acompañaban ayer y regularmente, dicen ellos, “en tiempos de oficina”.
Según miembros de la mesa que se reúnen allí desde hace algunos años (muchos políticos desayunan con ellos, y llevan el control de quién entra y sale del lugar así como su regularidad) acompañaban al funcionario la señorita Mar Cecy Guzmán, trabajadora del despacho de Juárez Ponce y también funcionaria, “asesora” dicen, de la CAPAMA.
La otra persona que está en la gráfica no fue ubicada por su nombre, pero también afirman que trabaja en el despacho privado del funcionario y en la paramunicipal.
Los trabajadores de la CAPAMA han denunciado que Juárez Ponce tiene a familiares, amigos y empleados en la oficina que dirige.
También dicen, y no precisamente en la mesa 55, sino en la CAPAMA, que Juárez Ponce y su equipo le anda haciendo de chivo los tamales al director Leonel González Galindo, preparando su salida. Para que el comandante de ese grupo ascienda a la titularidad del desfondado organismo.
Por eso me gusta ir a la mesa 55 de Vips La Gran Plaza. Aunque ya no opino, ahí me gusta más escuchar y escribir.