Sin mucho ruido
Coronavirus y otras consecuencias
La crisis sanitaria del coronavirus Covid-19, la caída en las bolsas de valores y del precio del petróleo a nivel global, el alza en el precio del dólar, ponen a México al borde una recesión económica.
El coronavirus Covid-19, que ya puso a los mercados financieros en niveles no vistos desde las crisis financieras globales de 2009 y 1987.
La economía de México se estancó en 2019 y cerró con una baja de 0.1 por ciento en el Producto Interno Bruto (PIB). El gobierno visualizó el 2020 como el año de la recuperación, en cual los programas sociales y los cuatro proyectos insignia de infraestructura del sexenio (la refinería de Dos Bocas, el aeropuerto de Santa Lucía, el Tren Maya y el Corredor Transístmico) habrían llegado al punto en que costaría más cancelarlos que mantenerlos.
La expansión de la pandemia en el continente provoca una ola de cancelaciones, mientras el sector turístico se prepara para pérdidas millonarias en Semana Santa y México, principal destino en Latinoamérica y séptimo en el mundo, es quien más puede perder.
El costo de la crisis oscilará entre 1 y 5 puntos porcentuales del PIB turístico y el flujo de viajeros internacionales se puede llegar a reducir hasta un 10 por ciento si se multiplican los casos de contagio, ello en un el cálculo más conservador.
Eso indica que los destinos nacionales, incluidos los de Guerrero, enfrentaran severas dificultades económicas en el corto plazo y salir de ellas no será fácil.
Pero la política, de manera alarmante, ha infectado el tratamiento del coronavirus.
Líderes y personajes políticos sacan de foco que lo principal del problema es resolver la crisis sanitaria y ejercer un control de daños ante el impacto negativo en las finanzas nacional para ubicar en el centro una pugna política. La crisis del coronavirus comienza a verse como un arma que usarán los candidatos en futuras campañas electorales.
Tal es el caso de las campañas que recriminan al gobierno el no tomar medidas más drásticas y alientan la demanda de relevar en el mando al actual presidente.
Las medidas que los distintos gobiernos del mundo van tomando están en relación con el momento en que se encuentra el comportamiento de la enfermedad y su repercusión en la población. Los datos dan clara muestra de ello.
A ello se suman algunos sedicentes periodistas los cuales se centran en el escarnio, la ridiculización de funcionarios de gobierno y el manejo alarmista de los datos. Favorecen la difusión de versiones sin fundamento. Eso nos lleva a ser víctimas de otra epidemia que puede tener efectos más desastrosos y es la desinformación.
Los medios de comunicación no son los responsables de lo que está pasando, pero tienen una función social importante que no está en este momento suficientemente discutida ni regulada. No trata de regulaciones estatales sino a regulaciones éticas. Lo que tendría que pedírsele a un buen medio de comunicación es la entrega información cotejada, pero también herramientas para el análisis de esa información y se puede generar una movilización activa.
Uno de los factores que está rescatando en las medidas de algunos gobiernos para enfrentar la crisis sanitaria es el mecanismo de control social, en el caso de China, por ejemplo.
El Gobierno Chino tiene entre sus ingentes recursos, el control de las organizaciones de base y ONGs, todas vinculadas al Partido Comunista de China (PCCh), las cuales han estado envueltas en esta lucha.
En el otro caso aparece la participación activa de una generación que ya no busca sostenerse en los brazos de sus autoridades para reaccionar y ello ocurre en Italia, España e incluso en China.
Versiones de colegas periodistas radicados en esos países nos indican que han surgido esfuerzos voluntarios que se activaron a través de las redes sociales para conectar la ayuda de aquellos que no confían en los canales oficiales y tampoco en empresas de comunicación.
La reacción fue “instintiva” y los unió “un fuerte sentido de misión” para realizar tareas que para otros no son tan importantes, pero demuestran empatía, solidaridad y humanidad, según nos comentan.
Los universitarios, jóvenes y adultos hicieron compras para los ancianos que viven solos o personas con discapacidad en plena cuarentena, y también existieron jóvenes que rescataban perros y gatos abandonados en los departamentos o las calles.
En efecto hay mucho por hacer online, pero hay más por hacer offline. No se trata de esperar a que todo lo haga el Gobierno o quedarse rumiando maldiciones que, como consigna, nos repiten algunos, distrayendo de la prioridad o de la urgencia. Tampoco la irracionalidad del individualismo. No ocuparnos se satisfacer nuestra voracidad de consumo, vamos a salvar a nuestra familia. Enfrentar las calamidades del Covid 19 está muy lejos de las diatribas y los manejos tendenciosos de la información.
El momento exige información con alto grado de certeza, con oportunidad.
Esta es una lucha colectiva.
Para resolver nuestros problemas, necesitamos pensar de una manera diferente a cuando los creamos, diría la abuela.