Sin mucho ruido
Momento de transformaciones
El momento que estamos viviendo en el país es de transformaciones de gran calado. Un momento equivalente en la historia reciente fue en el periodo de las transformaciones neoliberales con Carlos Salinas de Gortari. Uno es la antítesis del otro.
El desmantelamiento de un sistema o modelo de desarrollo implica alteraciones, trastornos y genera irritaciones, pero también confusiones.
En estas situaciones, el periodismo juega un papel fundamental por la información que ofrece a las audiencias.
Cuando un gobierno implementa políticas públicas con criterios ideológicos diferentes a los de su antecesor, los medios de comunicación cambian formas y contenidos.
Y eso es algo de lo que se está viviendo en Guerrero… y en el resto del país.
En este momento el periodismo debe alentar el razonamiento y no la exacerbación de las confrontaciones.
La lucha mediática a nivel local, es una expresión de la que se está generando a nivel nacional.
Se ha convertido a muchos de los supuestos reporteros, en boots o en pésimos comediantes. Su tarea no es informar sino denostar todo tipo de acciones o no tomadas por el gobierno de Morena. Los datos relevantes, la información pierde relevancia ante la descalificación y la burla.
El meme, el comentario vulgar, el sarcasmo, se repite continuamente, se alaba por algunos, se responde con ira por otros, el hecho, el dato relevante queda sepultado ante la derrama de la derrama de comentarios vulgares y crueles.
Una primera explicación es que los criterios de comunicación social siguen la política de intolerancia y cerrazón, de exclusión. Fernando Gutiérrez Barrios, en su momento, impuso la tesis maniquea de que todo aquel que cuestionara al gobierno del PRI estaba en contra de la patria, era seguidor de ideas exóticas.
Fue una calca al carbón del modelo propagandístico de Joseph McCarthy durante la década de los 50 en los Estados Unidos, según el cual todo aquel que cuestionara al modelo norteamericano era necesariamente un promotor del comunismo y había que exterminarlo por razón de Estado.
El fenómeno no sólo es local y nacional. Es de alcance mundial. La polarización de la sociedad, y por ende de la política, es el factor común y el signo de estos tiempos. Esto no quiere decir que la polarización antes no existía. Pero ahora las situaciones excepcionales de parálisis y caos gubernamental que provoca se han vuelto la norma.
La polarización es una pandemia que se ha globalizado: sus manifestaciones son evidentes en la mayoría de las democracias del mundo.
Los gobiernos democráticos lograban llegar a acuerdos con sus oponentes o podían organizar coaliciones que les permitían tomar decisiones, gobernar. Ahora los rivales políticos con frecuencia mutan en enemigos irreconciliables que hacen imposibles los acuerdos, compromisos o coaliciones con sus adversarios.
El aumento de la desigualdad económica, la precariedad económica y la sensación de injusticia social son, sin duda, algunas de las causas de la polarización política. La popularización de las redes sociales y la crisis del periodismo y los medios de comunicación tradicionales también contribuyen a alentarla.
La polarización no solo resulta de los resentimientos causados por la desigualdad o la pugnacidad estimulada por las redes sociales. La antipolítica, el total repudio a la política y los políticos tradicionales, es otra importante fuente de polarización.
Esta polarización se traslada al ejercicio periodístico. Cuando medios y reporteros caen en el simplismo de solo ser reproductores de información o socializadores de la vulgaridad, toman decisiones que terminan por acrecentar la desconfianza de los ciudadanos en los medios y en esos supuestos reporteros porque se vuelven parte de la antipolítica que está siendo repudiada por otra porción de ciudadanos.
En momentos como este, corresponde al periodismo ofrecer elementos que den claridad al razonamiento, que permitan visualizar falla y enfrentar los retos. Generar actitudes críticas y no alentar la polarización.
Todo mentiroso sin memoria, pierde el hilo de la historia, diría la abuela.