Teléfono rojo
López Obrador contra la prensa
El abierto enfrentamiento del presidente electo Andrés Manuel López Obrador con la revista Proceso, es apenas un adelanto de lo que será la tortuosa relación que tendrá su gobierno con los medios de comunicación.
En un nuevo arrebato contra la prensa, López Obrador descalificó al semanario fundado por el gran Julio Scherer García. Lo llamó “amarillista” y “sensacionalista” porque se atrevió a señalar en su portada que el tabasqueño “se aísla” y enfrenta “el fantasma del fracaso”.
Pero sobre todo –eso fue lo primero que reclamó en un video– el presidente electo enfureció porque la revista publicó “no sólo en la portada sino también al interior, una foto donde aparezco así, ya decrépito, chocheando”, según palabras del propio López Obrador.
Proceso le respondió como se merece: “Rechazamos el vituperio, indigno de un hombre de Estado”. Y le solicitó públicamente una entrevista para que aclare “cómo serán las relaciones entre los medios de comunicación y el poder público en tiempos de lo que él llama la Cuarta Transformación”.
El exabrupto de López Obrador, frente a un medio de tanto prestigio como Proceso, exhibe de cuerpo entero al futuro presidente de México, quien no admite las opiniones contrarias a las suyas, ni mucho menos tolera la crítica de la prensa.
De ahí que surjan dudas sobre la verdadera intención de reducir hasta el 50 por ciento el gasto en comunicación social, que inevitablemente traerá consigo el despido masivo de periodistas e incluso el cierre de muchos medios.
Hasta el momento, ni López Obrador ni los suyos han hablado de eliminar la censura, de acabar con la restricción y discrecionalidad de los contratos de publicidad oficial, o de regular y transparentar el gasto en difusión gubernamental.
Por el contrario, el discurso de la austeridad por decreto, parece más un castigo a la prensa entera, y se acerca a la perniciosa práctica de asignar de manera arbitraria las pautas publicitarias del gobierno, que premian o discriminan, sin criterios claros ni transparentes.
En el caso de Guerrero, se ha deslizado ya la intención de aplicar la misma inyección letal a los medios, en los ayuntamientos gobernados por Morena como el de Acapulco, y en el Congreso del Estado bajo el control del mismo partido, como lo hizo en su momento el gobernador Zeferino Torreblanca Galindo.
De consumarse la solución final de López Obrador para exterminar a una parte de la prensa que tanto le molesta, los gobiernos y legislaturas morenistas habrán liquidado al último contrapeso posible frente a su poder omnímodo, en el nuevo sistema de partido dominante. Y eso, incuestionablemente, será gravísimo para la democracia.