Domelipa busca influenciar con La Foto
A manera de marco teórico
¡Y sin embargo, se mueve! No obstante de que los estudios demoscópicos lo colocan en estado de coma profundo, el PRI guerrerense, medio muerto, medio vivo, como Lázaro se levanta de su agónica situación —tercer lugar, dicen las encuestas nacionales— y tambaleándose, con música de fondo camina por una pasarela, un buen tramo de la Costera, en el dominical cierre de campaña de Ricardo Taja, candidato del tricolor a la alcaldía porteña y declarado, ocho días antes del proceso electoral, presidente de Acapulco, por el líder nacional de su partido, el también acapulqueño, René Juárez Cisneros.
Pero… ¿Es real el poder del PRI? ¿Son auténticas las miles de personas, de esta masa uniformada en blanco, donde el verde y el rojo sólo es una insinuación? ¿Qué mueve a estos seres, donde abuelo, padre, hijos, nietos, se atreven a gritar sin cortapisas su preferencia política por su nombre? ¿Es un partido o una mafia en el poder, como dice el clásico? ¿O sólo es un segmento, muy representativo, que con su presencia pública niega como especie su real amenaza de extinción? ¿Es sólo lo que dice la oposición, una comunidad ideológicamente extraviada, a la que le coloca el adjetivo de acarreada?
Sea lo que sea este sector de la sociedad está aquí, como expresión política, cultural, electoral, en Guerrero, en Acapulco, que se niega a desaparecer y que afila garras, mañas, lícitas e ilícitas, según las oposiciones, para quedarse con la joya de la corona, Acapulco, hoy en manos de un desguanzado y corrompido PRD que esta mañana también mostró el músculo, en una concurrida demostración de fuerza fundamentada en las mismas prácticas de su maestro, el PRI: el acarreo, la convicción, la transa, la promesa de un mundo mejor, la vilipendiada despensa y hasta el voto por quinientos pesos.
La realidad real
Desde antes de las 4 de la tarde han tomado la Costera en un sano desmadre, un día de ciudad que eternizan en las redes sociales a través de la selfies, todos aquellos que vienen de las zonas suburbanas o de las comunidades rurales del municipio, donde la pobreza es cruda como en La Montaña.
En este segmento vemos a los grupos con banderas rojas que en trae Antorcha Campesina, que desde el discurso radical de izquierda ha pasado al oficialismo puro. Y muchos otros.
Son miles y diferentes
—Vengan y conozcan al licenciado Rogelio de la O —dice un líder que trae a un grupo de mujeres pobres.
—Aquí está la líder de la Vacacional. La líder de la colonia Progreso grita a través de un altavoz. El líder que medio anima a decenas de señoras mayores, de ropa humilde, cabellos que no saben de tintes, manos con uñas negras, ropa mojada por el sudor, a que se acerque al lejano líder, que rechina de limpio, siempre colgado de su celular. Camisa blanca nueva, perfumado, gorra negra con la leyenda Ricardo Taja.
Y en este grueso contingente, formado por los sectores del PRI, se ve a una pujante clase media, bien vestida, cuerpos forjados en el gym, toman bebidas refrescantes en el 100 por ciento natural. Afuera, para todos, los que no son como ellos, bolsitas de agua de marca desconocida.
Los contingentes tendidos al sol desde El Fuerte de San Diego hasta el parque Papagayo sólo fue compactándose en un carnaval donde predominó el color blanco. Un dato sobresaliente: el logotipo del PRI no se ve en ninguna manta. Todo es blanco. Pregunto el por qué y una voz diligente responde.
—Es que Taja, el que no se raja, es un candidato ciudadano.
La verdad es otra. Ante el desprestigio del PRI, de los políticos del PRI, se optó por alejarlo de la marca que rechaza la ciudadanía.
A un lado del Asta Bandera de playa Papagayo, el templete. Un gran escenario dispuesto como para una estrella de rock y un potente sonido que machaca el pegajoso jingle de la campaña de Meade, que después de escuchar más de tres veces se corre el riesgo de repetir el estribillo inconscientemente y sacar el priísta que todos llevan dentro.
Todos los discursos de los oradores, triunfalista: “ya ganamos”, y un ramillete de elogios mutuos. Los políticos los mismos de siempre, los que ya conocen todos los presentes y los que han vivido aquí en los últimos 30 años, los que ha gobernado Acapulco y Guerrero. Autores y actores de esta tragicomedia llamada Acapulco, amor y vida. Coautores de la marca registrada como PRI.
El presidente nacional del PRI, René Juárez Cisneros, líder indiscutible que rescató vía respiración boca a boca a la campaña de José Antonio Meade, con dominio y soltura se apropia del escenario y toma de la mano a Ricardo Taja, que como párvulo lo sigue, y lo ofrece a la concurrencia como el ganador del proceso electoral. El Rey León mostrando a Simba. Y la manada ruge.
Ya emocionado, René Juárez adelanta que se colará como diputado federal para ayudar a Ricardo Taja a gobernar Acapulco y al gobernador Hector Astudillo Flores, que afirmó tiene el apoyo de todo el priísmo nacional.
Antes había tomado la palabra el efusivo Manuel Añorve, quien dijo que ganarán porque tienen leal apoyo de las mujeres chingonas. Después, el anfitrión Ricardo Taja, emotivo, eufórico, inspirado, citando al Chicharito, dijo que ganarán porqué sencillamente “somos chingones”.
Para cerrar el mitin bajo un cielo nublado y con amenazas de una lluvia que nunca llegó, frente al templete, en una larga pasarela, los candidatos y el presidente nacional del PRI improvisaron una peculiar coreografía ejecutada al ritmo de “Todos por Méxicooo….”.
Un baile arrítmico al que obliga el pegajoso compás ecualizado, expulsado por los altoparlantes y ejecutado por un grupo de chavorrucos, que se mueven como saurios que se aferran a no llegar a la extinción generacional.