El presupuesto es un laberinto
La guerra que apenas empieza
Muy lamentable que un periodista, hombre o mujer, se sienta amenazado por su trabajo informativo o por ejercer su derecho a opinar. El Estado tiene la obligación de proteger este derecho indispensable para un país que se dice ser o pretende ser democrático. Voltaire siempre tendrá la razón. Mi solidaridad con quienes ejercen su libertad, y ahora en particular con Natividad Ambrosio. Espero que no sea lo que ella piensa.
Muy interesantes los resultados de la Consulta de los niños y adolescentes que realizó el INE el año pasado. Muestran en general que a su corta edad entienden que es necesaria una conducta social y política que considere a hombres y mujeres como un potencial indispensable para el desarrollo de un país como el nuestro. Pero no tan solo hay que considerar estos dos géneros. La realidad muestra más opciones que también existen y que no podemos hacer a un lado. Lo fundamental es entender que como seres humanos, independientemente del género, tenemos como personas y ciudadanos derechos que se nos deben respetar. En esto el Estado laico debe asumir su papel responsablemente al margen de criterios morales individuales, personales y/o de creencias de cualquier tipo.
El respeto a los Derechos Humanos de las mujeres, como de todos, contempla no solo la salud, el empleo, la educación, el esparcimiento, la adquisición de bienes, sino también los derechos políticos en todos los ámbitos.
Hay quienes simulan espantarse y critican las recientes renuncias en el gabinete de Andrés Manuel López Obrador. Desde un punto de vista ético, moral, quienes lo hicieron merecen un aplauso. Eso significa que si estos personajes no estaban de acuerdo con un proyecto o con la forma de llevarlo a cabo lo prudente, congruente y prudente era hacerse a un lado. Ojalá y en otros niveles de gobierno hicieran lo mismo. Que al saber que hay actos de corrupción en sus áreas bajo su mando y saben que no pueden controlar, lo mejor es renunciar o hacerse cómplices y recibir un beneficio. Algo que comúnmente sucede en la actualidad.
Hoy escuché a un ponente hablar de la ética de la legalidad como gobernante o servidor público. Significa que quien gobierna debe conocer las leyes y reglamentos existentes para poder demandar que los ciudadanos los cumplan. Pero también significa que el gobernante debe actuar respetando dichas leyes o reglamentos. No hacerlo le resta calidad ética y moral para gobernar y exigir el respeto a la ley que el mismo gobernante no respeta. Hay municipios en los que esto es pan de todos los días.
Morena tiene a cuestas una gran responsabilidad histórica. Y no lo digo por sus dirigentes, sino por sus bases. Por los hombres y mujeres que depositaron su esperanza en un cambio un poquito más profundo, no radical, sino un cambio que les permitiera acceder a mejores oportunidades de vida para sus familias.
Morena tiene prohibido estatutariamente la creación de corrientes en su interior, sin embargo, como parte de la cultura política de los mexicanos seguimos actuando en forma tribal, de tribus, de grupos de interés más que de grupos de propuestas para todos.
Las recientes reuniones informativas de Morena mostraron este detalle equivocado y contrario a sus documentos básicos. Sus discursos de unidad quedaron rebasados por sus hechos de división. Sus llamados a trabajar por el beneficio de todos fueron escuchados por oídos que esperan sus beneficios personales, familiares o de grupo. De seguir así Morena se convertirá a sus cinco años de vida en lo que actualmente es el PRD: un partido oligárquico en el que siempre serán los mismos que dirijan, que ocupen cargos y beneficien a familiares y seguidores. Si esto sucede la decepción y la desconfianza aumentará. La ciudadanía ya no confiará y, es probable, que en su momento histórico actúe en consecuencia. El resultado no creo que sea el mejor para el país.
Lo cierto es que depende de todos los miembros de Morena evitar que esto suceda. Los demás partidos trabajarán para que así sea. Esta guerra apenas empieza y es necesario tratar de comprenderla y actuar con mucha responsabilidad y prudencia, pero sobre todo mucha organización social.