Propuestas y soluciones
La periferia del conflicto
“Soy joven, tengo 20 años, pero no conozco de la vida más que la desesperación y la muerte, la angustia y el tránsito de una existencia llena de la más estúpida superficialidad a un abismo de dolor.”
Eric María Remarque. Sin novedad en el frente.
Las imágenes mostrando a niños de entre 6 y 15 años armados con rifles de bajo calibre y realizando entrenamientos militares, son absolutamente sorprendentes, increíbles y muestran la grave crisis de derechos humanos en que se encuentra el estado de Guerrero.
Este estado que tiene en su génesis dos tipos de ADN, por una parte de tiranos, caciques, represores, y en la contraparte gente valiente, un enorme pueblo humilde que resiste y sale adelante, pero sobre todo por las venas de este estado transita la sangre de la rebelión.
A muchos que viven en la periferia del conflicto, a quienes desde la comodidad de los sillones que tienen en sus casas, o recibiendo el fresco clima que sale de su aire acondicionado los indignó, los puso en una crítica frontal a la escena, un llamado feroz a decir que con qué fin, por qué esos niños estaban portando armas, por qué no estaban en sus casas jugando o en sus escuelas estudiando.
Y se olvidan realmente de la raíz del problema. Los niños pertenecientes a diferentes comunidades realizaron un grito desesperado para hacerse notar, para evidenciar que en algunos lugares del territorio estatal el tejido social y la convivencia entre ciudadanos está rota o no existe y que la ausencia del Estado es total.
Estos infantes salieron de una manera subjetiva a decir algo, que en sus comunidades no se puede vivir, que están recluidos y que solo buscan ser felices.
Las raíces del conflicto son difíciles de entender. Por una parte salen las versiones oficiales, por otro lado otras. Saberlo es completamente difícil, pues mientras en este estado la sangre corre y parece ser que nada puede detenerla, estos niños sólo quieren vivir de una manera diferente a la vida que en estos momentos les está orillando.
Obviamente nadie podría celebrar expresiones como estas dónde existiera un auténtico Estado de derecho, donde las condiciones sociales fueran distintas, y aún así, es lamentable que estas imágenes se estén haciendo presentes, pero debe entenderse el fondo real de las cosas. Nadie acepta que haya menores de edad portando armas, pues esto sume en la barbarie a este estado, o más bien evidencia que la ingobernabilidad que padece el estado lo lleva al límite de la barbarie.
El filósofo Karl Marx planteó que “el capital viene al mundo chorreando sangre y lodo por todos los poros, desde los pies hasta la cabeza”. Y ese es el fondo real del problema, el modo social de producción predominante, de la fecha cuando Marx lo ejemplificó a la actualidad, ha cambiado o más bien se han agudizado las formas de explotación.
Diferentes teóricos han acuñado los términos “capitalismo gore” o “necrocapitalismo”, a la forma en la que el capital impone su hegemonía mediante el uso desmedido de la violencia, disputando territorios, desplazando poblaciones enteras y eso parece ser una de las tantas respuestas a las interrogantes de lo que ha pasado.
Es cierto, ningún niño debe cargar con nada que no sean sus sueños, sus ilusiones y las ganas de superarse, mientras tanto el estado debe garantizarle a esos niños y niñas que existen las condiciones adecuadas para que puedan trasladarse desde sus hogares a la escuela sin el temor de que sean abrazados por una lluvia de balas, sin el miedo de regresar a su casa y no encontrar a sus familiares, sin la incertidumbre de saber si podrán comer hoy.
Porque la violencia es no solo la que se ejerce físicamente contra un semejante. También está la violencia económica, la violencia institucional, la violencia cultural, que son menos tomadas en cuenta, pero que existen y sin duda influyen para que la sociedad permanezca en la decadencia que actualmente vive.