Teléfono rojo
Una sociedad acostumbrada a la vertiginosa interactuación social y socavada por el temor a la soledad, está dando evidentes muestras de agotamiento y fastidio, después de todo este periodo de encierro obligatorio. Miles son renuentes o hacen caso omiso a los insistentes exhortos de quedarse en su casa, porque se sienten prisioneros y coartados en su libertad por una autoridad que no los convence mucho sobre la letalidad de la pandemia.
Esto se aprecia en las ciudades, pero mucho más en las comunidades, donde ciertamente el miedo al contagio del exterior los ha llevado a cerrar accesos a extraños, pero en su vida interna comunitaria no han variado un ápice las costumbres y continúan con su vida normal de total cercanía.
Ante el peligro de que en efecto el sistema hospitalario colapse si es desbordado por el virus, la autoridad ya no sabe cómo convencer y en muchos estados están imponiendo medidas coercitivas que son de suyo muy controversiales. Si a eso aunamos la ancestral marginación, ignorancia y pobreza que dominan en muchas regiones del país, el tema se complica aún más.
La magnitud de este desafío de salud pública ha tenido por el contrario una respuesta solidaria y positiva de la mayoría de las instituciones, de los entes privados y de amplios sectores de la sociedad urbana.
Desde las iniciativas impulsadas por la Universidad Autónoma de Guerrero, que lo mismo se esfuerza en la producción de gel antibacterial, que en la creación de un laboratorio certificado para la realización de las pruebas de detección del Covid 19, pasando por la apertura al público de los comedores universitarios, donde los alimentos son casi gratuitos, hay que consignar también el compromiso de otras muchas instancias.
Este martes, por ejemplo, en el Congreso del Estado, los integrantes de la 62 Legislatura, quienes no se ponen de acuerdo muy fácil para muchas cosas, decidieron en forma unánime canalizar recursos de sus dietas en apoyo a los sectores socialmente más vulnerables de la pandemia. Puede ser poco o mucho, pero anticiparon que es el primer paso de otras acciones que emprenderán.
Ese poder, el legislativo, desde hace semanas se está preparando para convertirse en breve en un Congreso en línea, utilizando los actuales recursos tecnológicos, como ya ha sucedido en algunos otros estados del país.
En el mismo sentido se han movido también el Instituto Electoral y de Participación Ciudadana y el Tribunal Electoral del Estado. Del otro poder del estado, el Judicial, poco se puede decir porque el Tribunal Superior de Justicia es de por sí lento para todo. Y con el magistrado Alberto López Celis como presidente, pues peor. Ahí la cosa es calmada.