Teléfono rojo
Informe dirigido a un país que se rompe
Reinicio estas entregas cuando en el país se vive un ambiente político, social y económico enrarecido e impredecible como nunca había sucedido en las últimas décadas. La velocidad del deterioro de esos entornos, atizado por la devastadora pandemia, ha desnudado en muchos casos, la escuálida capacidad de bien gobernar de buena parte de la clase en el poder, independientemente de su origen y militancia.
Con el país al borde del abismo económico en 2021, paradójicamente el presidente de la república se apresta para rendir su segundo informe oficial, porque los demás que ha inventado han sido de artificio, empleando su previsible tono triunfalista, exhibiendo nuevamente los “logros” de la realidad maniquea en la que vive y de la que la gran mayoría de los mexicanos somos ajenos.
Nadie, y en esto creo que soy reiterativo, que cargue un poco de valores en su conciencia, puede estar en contra de dos de los postulados básicos de la política de AMLO. Luchar contra la corrupción y poner en primer lugar el beneficio de los pobres resultan por su peso moral, incluso un lugar común. No dudo que la mayoría de los mexicanos estamos de acuerdo en eso.
El problema ha sido la manera de transformar esos postulados, muy eficaces de campaña, en hechos que satisfagan y convenzan a la sociedad, no sólo a los feligreses del poder presidencial. La escoba anticorrupción que presuntamente iba a barrer de arriba hacia abajo, empezó a desgastarse muy pronto. Cuando transitamos ya casi el primer tercio de la administración, sólo unos cuantos peces verdaderamente gordos han sido atrapados, a pesar de todo el despliegue grandilocuente de Gertz, Nieto y Eréndira.
Y en el tema de los pobres, ahí la cosa es peor. La política clientelista y dadivosa para mantener la simpatía electoral morenista repartiendo dinero y “beneficios” con todo lo que se apellide “bienestar”, no evitará que el próximo año aumenten las cifras de pobres y peor, miserables, en el país. Todos los indicadores internos y externos lo señalan. Y, quizá soy demasiando pesimista, pero creo que en ese tema este será un sexenio perdido.
Desde luego que el presidente, ni él, ni nadie, es responsable de la debacle pandémica y su letal consecuencia económica, pero creo que ahora, impulsado por su habilidad de tratar de desviar y manipular a la opinión pública, sigue cometiendo el error de acosar un día sí y el otro también al empresariado nacional, donde por supuesto hay de todo, pillos y gente comprometida, como en todos los sectores. El problema es que los agravia aplicando el mismo rasero.
Y el otro gran error, muchísimo más peligroso. La reedición de aquello de “al diablo con las instituciones”, amenaza que se ha venido concretando en hechos en varios casos. Eso sí significa autoritarismo. Y ese camino puede terminar conduciendo al país a la polarización total y al caos.
Pero como consigna la sabiduría popular, la esperanza muere a lo último. Ojalá escuchemos un mensaje presidencial que deje de lado la rijosidad y privilegie la concordia, aunque creo que francamente es pedir demasiado
LA ÚLTIMA: Aparentemente por fin los ciudadanos de Guerrero están captando la importancia de la participación de todos para abatir la pandemia. Esto ha significado transitar al semáforo amarillo y muestra que han empezado a atender los incesantes exhortos de la autoridad. Ojalá sean más los conscientes que los ignorantes irresponsables para no tener que dar marcha atrás, sino avanzar hacia la nueva realidad, que no “normalidad”, porque la otra, la que vivimos hasta enero, ya no existe, ni existirá.