
Acapulco sede de la Primera Sesión de Consejo Directivo del SINADE 2025
CHILPANCINGO, Gro., 13 de julio de 2014.- El evento estaba anunciado a las nueve de la mañana: finalmente el gobierno federal entregaría las tan anunciadas viviendas a los damnificados de Tixtla, municipio ubicado en el centro de Guerrero.
Los funcionarios eligieron una vivienda para hacer el acto de entrega oficial, pero a 10 meses de la contingencia, ni siquiera esa casa estaba concluida.
Faltaban unos minutos para el evento convocado por el gobierno federal y los albañiles aun luchaban por mejorar la imagen de la diminuta vivienda.
Un par de albañiles hicieron una mezcla de concreto e improvisaron una plancha en la entrada de la casa.
“Es el pórtico”, especificaría después el ingeniero encargado de la obra.
Otro albañil embarró, desesperadamente, pintura blanca y luego roja en la pared frontal de la vivienda.
“Hay que barrer el frente para que no se vea tan sucio”, ordenó uno de los organizadores.
Inmediatamente, un albañil vació una cubeta con agua sucia en el frente de la casa y la barrió con una escoba vieja.
Mientras, otro grupo de empleados desplegó una carpa, colgó una lona del gobierno federal, montó el equipo de sonido y dispuso una veintena de sillas para los “invitados especiales” y los asistentes.
A las 8:20 de la mañana llegó la banda Santa Cruz, un grupo de música de viento que se encargaría de amenizar el acto.
Los músicos se colocaron detrás de los albañiles e iniciaron con la música: Pum, pum, pum, pum, pum, sonaron la tambora y la tuba.
A las 8:40 apareció un helicóptero verde en el cielo.
“Ya viene el secretario”, anunciaron algunas personas.
Los músicos detuvieron la música y los albañiles aceleraron las paladas de arena y piedra, para retirar el material de la calle.
A las 9:00 horas llegó Jorge Carlos Ramírez Marín, titular de la Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano (Sedatu), acompañado del delegado estatal, Héctor Vicario Castrejón y la titular de la Secretaría de Desarrollo Social (Sedesol), Beatriz Mojica Morga.
Los músicos tocaron de nuevo y una mujer corrió a colgarles collares de cempasúchil en el cuello.
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Sonriente, bonachón, siempre alegre y accesible, Ramírez Marín abrazó a las personas que se acercaron a saludarlo y tomarse fotografías con él.
Después caminó hasta la carpa y se sentó junto al resto de los funcionarios.
El alcalde de Tixtla, Gustavo Alfredo Alcaraz Abarca, fue el encargado de abrir los discursos y con ello lanzó el primer reclamo.
“Hasta la fecha no se han entregado las 426 tarjetas de daños menores, hubo un problema porque nos habían entregado 150 y acaban de traernos apenas la semana pasada las 426 tarjetas. Ojalá que se pudieran entregar lo más pronto posible para que la gente vea esto con más confianza”, expresó el presidente municipal.
Posteriormente, el ingeniero encargado de la obra tomó la palabra y explicó las características técnicas de la vivienda que entregarían a los damnificados, dentro del Plan Nuevo Guerrero que impulsó el gobierno federal.
“La vivienda tiene un espacio interior de 47 metros cuadrados, dos recamaras, baño, cocina, sala-comedor y un pórtico. El sistema constructivo es prefabricado, pero cumple con todas las especificaciones de acuerdo a la ley, de los manuales técnicos de obra y de construcción”, detalló el ingeniero.
Luego invitó a los funcionarios a recorrer el interior de la vivienda y les amplió la información.
“Está construida con panel de concreto, con una resistencia de 300 kilogramos sobre centímetro cuadrado, no está diseñada para resistir un techo de losa. Las vigas están diseñadas para aguantar el techo que estamos manejando de lámina de asbesto”, indicó conforme mostraba el interior de la diminuta casa.
Sin embargo, los detalles y errores de construcción eran visibles a simple vista.
Las paredes de un panel tan delgado parecían no soportar ni un golpe, su ensamblaje aparentemente sobrepuesto y remachado con delgadas vigas de madera, daban la impresión de caer en la primera ventisca o el mínimo movimiento telúrico.
El sonido hueco al golpear las paredes no convenció a todos los damnificados.
Las ventanas pegadas bruscamente con silicón común y las cerraduras torpemente colocadas en las puertas, tampoco convencieron.
Antes de abandonar la vivienda, el secretario de la Sedatu lanzó una patada contra una pared: “Si aguanta”, dijo mientras sonreía satisfecho, pícaro, bonachón como siempre se muestra.
La casa tendrá una vida útil de 25 a 30 años con el mantenimiento adecuado, según indicó el ingeniero de la obra.
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Los materiales y calidad de la construcción no fueron las únicas observaciones que cuestionó la prensa a Ramírez Marín.
Diez meses atrás, esa zona en la que estaban reubicando a los damnificados fue inundada por la Laguna Negra.
Las lluvias que provocaron las tormentas tropicales Ingrid y Manuel, en septiembre de 2013, incrementaron el nivel de la laguna en 18 millones de metros cúbicos.
En la zona de El Santuario, el nivel del agua cubrió los techos de las viviendas. En la zona en que ahora se reubica a los damnificados, el agua subió a casi medio metro.
El funcionario federal justificó que, con los trabajos de rebombeo y demás obras realizadas en la Laguna Negra, ésta no se desbordará más y la zona en la que reubicaron a los damnificados estará libre de cualquier riesgo.
De acuerdo a Ramírez Marín, en Tixtla se entregarán 101 nuevas viviendas a familias damnificadas. A 10 meses de la contingencia, la Sedatu únicamente ha entregado 22.
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En entrevista, el titular de la Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano puntualizó que en Guerrero entregarán un total de 10 mil 600 casas, para las familias que perdieron su patrimonio durante las lluvias atípicas del año pasado.
Este sábado la Sedatu entregó 130 viviendas: 22 en Tixtla, cuatro en Costa Chica, cuatro en la Montaña y 75 en Tierra Caliente. Cada casa tiene un costo aproximado de 120 mil pesos.
A casi un año de la contingencia que devastó Guerrero, el gobierno federal únicamente ha entregado 600 de las casi 11 mil viviendas para familias damnificadas.
Ramírez Marín precisó que hay más de 100 empresas trabajando en el proceso de reubicación y construcción de casas, de las cuales 93 son guerrerenses.
En el caso de Tixtla, la construcción de las casas está a cargo de Elementia, un consorcio que reúne a compañías de la construcción e industria en los sectores del fibrocemento, concreto, polietileno, estireno y cobre.
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En el evento oficial, el titular de la Sedatu entregó las llaves de sus nuevas viviendas a 10 familias damnificadas.
Uno de los beneficiarios, Manuel Salgado López, se negó a recibirlas porque la compañía constructora no le entregó los vicios ocultos y la garantía de la vivienda.
En pleno acto oficial, Salgado López se paró frente al funcionario federal y levantó la voz a todo volumen.
“Me niego a recibir la casa y a firmar el contrato, hasta que la empresa me dé la garantía y se comprometa a hacerse responsable de los imperfectos que esta pueda tener”, expresó y señaló con el índice derecho la diminuta y frágil vivienda a unos metros de él.
Ramírez Marín pidió nuevamente la presencia del ingeniero encargado de la obra y le exigió que el contrato que entregarán a los beneficiarios especifique la garantía.
“Si alguien tiene dudas de su casa tiene todo el derecho a preguntar, las casas deben de tener una garantía y ustedes deben de quedar totalmente satisfechos. Son casas bien hechas pero ustedes tienen todo el derecho de exigir hasta la última satisfacción y que les resuelvan hasta la última duda”, respondió el funcionario federal.
El alcalde de Tixtla reconoció que hay por lo menos cuatro familias que se niegan a recibir las viviendas, pues las consideran inseguras y de mala calidad.
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Ramírez Marín entregó las llaves de sus nuevas viviendas a una decena de beneficiarios.
La tambora y la tuba sonaron nuevamente.
El funcionario se levantó de su silla, lanzó sonrisas, repartió abrazos, se tomó fotos con quien se lo pidió, caminó entre la gente y finalmente abordó su camioneta blindada.
El acto terminó.
Atrás quedaron las casitas de panel y lámina de asbesto, las nuevas, las que extrañamente se reubicaron en zona de humedales, donde el agua subió casi medio metro durante las lluvias de 2013.