Hoja verde
HAY QUE IMPRIMIR LAS FOTOS
Afortunadamente hoy en día la fotografía se encuentra en manos de cualquier persona que al menos tenga un teléfono celular inteligente y por ello se toman millones de fotos al día.
Una parte de estas fotos van a las redes sociales, otras se guardan en la nube, muchas se graban magnéticamente en la tarjeta micro SD del dispositivo, algunas se bajan al disco duro de la PC y luego se copian a memorias USB y así la gran mayoría de estas quedan en algún dispositivo electrónico de los mencionados y pocas, realmente muy pocas, son impresas en un medio físico: papel, plástico, tela, etc.
Esto significa que, con el tiempo, décadas tal vez, solo las impresas en un medio físico permanecerán visibles, las demás grabadas en dispositivos de almacenamiento magnético o eléctrico irremediablemente se borrarán.
En los inicios, desde 1837, las fotos se imprimían en materiales como el peltre, láminas de plata, vidrio, entre otras: Se requerían equipos complejos e importantes conocimientos de química, física y óptica, así que las fotos eran costosas y complicadas de hacer.
Todo cambió en 1888 cuando el norteamericano George Eastman lanzó al público una sencilla cámara de madera, portátil, que contenía un “rollo fotográfico” de 100 fotos. Cuando se tomaban las 100 fotos, se enviaba por correo la cámara con el rollo dentro y posteriormente la regresaban al dueño con un nuevo rollo y las 100 fotos impresas en papel. El procedimiento seguía siendo costoso, tal vez unos dos mil dólares actuales, pero tan sencillo que podía ser utilizado exitosamente por cualquiera para obtener 100 fotos impresas, cosa sumamente extraordinaria para esa época.
La fotografía evolucionó hasta convertirse en una actividad muy difundida y prácticamente al alcance de cualquiera, pero siempre con la característica básica de que existía una foto física: una transparencia, un negativo o casi siempre una impresión en papel.
Esta característica permitió que las personas, las familias, las empresas y las instituciones crearan sus propios archivos fotográficos. ¿Quién no recuerda los álbumes familiares con fotos de los ancestros, nuestros padres o uno mismo siendo niño? La verdad es que tales archivos con los años se convierten en tesoros únicos, pero, con la tecnología actual, tristemente destinados a desaparecer porque casi nadie imprime sus fotos y las deja en archivos magnéticos o eléctricos, a los que erróneamente consideramos infalibles e infinitos.
Las tarjetas de memoria y otras similares, almacenan sus datos de forma magnética o eléctrica y estas energías, salvo en los discos duros, son generadas por una batería contenida internamente en el dispositivo; cuando esa batería muere, se empiezan a disipar los datos, o sea, a perder los archivos contenidos. Algo similar sucede con las memorias USB y los discos duros de estado sólido. Eso es irreversible y les va a suceder a todos estos dispositivos, irremediablemente. En el caso de los discos duros y las USB, tienen transistores orientados por impulsos eléctricos hacia unos y ceros. Si bien la teoría pura marca que deberán de permanecer inalterables, esto no sucede en la vida real y aunque duren muchos años, siempre tendrán deterioro por clima, por polvo, por la cercanía de campos magnéticos y por el incontenible paso del tiempo. Hay quien pone como remedio a esto, los Compact Discs o CD’s, pero estos también fenecen, pues les afecta la luz, el clima, el manejo físico y también, tarde o temprano, perderán su información. Esto sin contar con el hecho de que todos estos artilugios se vuelven obsoletos y con el tiempo dejan de existir los lectores requeridos. A ver, si alguien tiene o recuerda aquellos discos grandotes, flexibles que les cabían 16 Kb. de memoria, luego los disquetes, que les cabía 1.2 megas, ¿Cómo o donde los van a leer? Su información, en términos prácticos, ya no existe.
Así que distinguido lector, todo lo anterior se resume al hecho de que, si quiere conservar sus fotos, aquellos acontecimientos relevantes de su historia personal o familiar, las caras de aquellos que amamos u odiamos y que ya no están o se irán pronto, aquellos instantes familiares invaluables, la toma aquella donde triunfamos en los negocios o cualquier otra motivación que se les pueda ocurrir, mejor llévelas a imprimir a un laboratorio fotográfico, que son las más durables y de plano, forme su álbum; tal y como en su momento lo hizo su abuela, dicho respetuosamente. Así podrá mostrarle a su descendencia, a sus socios, a sus detractores o a sus fans, incluso cuando uno ya usted haya pasado a mejor vida, aquellos sucesos que deben ser recordados como parte de la historia personal. No hay de otra.
Pie de foto
El inicio
1.- Esta es la primera fotografía de la historia, una “heliografía, en realidad, tomada por Joseph Nicéphore Niépce entre 1826 y 1827. El tiempo de exposición fue de 8 horas con 10 minutos. Para esta imagen se utilizó una placa de peltre que tenía aleación de zinc, plomo, estaño y betún de judea. Actualmente se encuentra en la Universidad de Texas en Austin.
2.- Modernos medios de almacenamiento magnéticos. Todos destinados a morir.
3.- El tradicional álbum familiar, casi desaparecido por la fotografía digital