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Teléfono rojo
“Air show”, minimalismo mal entendido
El pasado sábado 11 de agosto, miles de acapulqueños y turistas (400 mil, según el Gobierno del Estado) vieron con admiración el espectáculo “Air show 2018”, en donde tres aviones mono motores a hélice pilotados por dos acróbatas originarios de los estados Unidos y uno de Canadá hicieron piruetas sobre la bahía de Acapulco dejando una estela semejante a los rastros de los químicos que vierten sobre el campo las aeronaves fumigadoras.
Fue un espectáculo menor, pero que gustó a los espectadores, sobre todo a los acapulqueños, ávidos de diversiones públicas gratuitas que los distraiga de la inseguridad y la violencia que impera en la ciudad y puerto.
No lo comparamos con el Panen et circenses (pan y circo) de la Roma imperial, pues repetimos, el “Air show 2018” fue un espectáculo menor, nada que ver con el “Air show 2005” presentado por el gobierno estatal encabezado por Zefeferino Torreblanca que organizó el CPA Alejandro Parra, y que maravillara no sólo a los acapulqueños y visitantes, sino a todo el país, pues las cadenas televisoras nacionales lo incluyeron en sus noticiarios.
Aquél 1 y 2 de noviembre del 2005, participaron un avión “Hércules”, un caza F-16 de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos, un Thunderbolt birreactor monoplaza de ataque a tierra, seis aviones de acrobacia mono motores a reacción, y también tres aviones de hélice de modelo antiguo como los presentados el fin de semana pasada como espectáculo único.
El vuelo del avión F-16 sobre la ciudad, la bahía y las playas de Punta Diamante y Pie de la Cuesta, sorprendió a todos, pues es uno de los aviones más avanzados diseñados y construidos en el vecino país del norte.
Este avión es el sueño dorado de la Secretaría de la Defensa. A fines del sexenio de Felipe Calderón, se intentó comprar 24 aviones F-16 al fabricante “Loockeed Martin”, pero algo “se atravesó” y seguimos con los obsoletos tres F-5E que quedan de los doce que compró el gobierno de José López Portillo a principios de 1982, y que un día integraron el Escuadrón Aéreo de Combate 401, de la Base Aérea Militar No. 1 de Santa Lucía, Estado de México.
Pero volvamos al espectáculo aéreo.
Menor, en comparación a los anteriores, y en especial con el del del año 2005, el “Air Show 2018”, quizá sea un punto de partida para volver a organizar anualmente uno que cumpla su función de esparcimiento social, de atractivo turístico y de promoción nacional e internacional para nuestro alicaído centro turístico.
Pero para hacer algo grande se tiene que pensar y actuar en grande.
El espectáculo aéreo del sábado pasado, fue menor, sí, pero decoroso. Pero si ya tuvimos un espectáculo aéreo mayor, ¿por qué conformarnos con lo menos?
Puede ser que ese conformismo denotado en la Secretaría de Fomento Turístico (Sefotur) del Gobierno del Estado no sea aún el signo del régimen, pero sí el de un segmento del equipo de trabajo que por inconsistente a corto plazo lo contaminará.
Al reanudar los “Air show” en una expresión minimalista mal entendida, pues no se eliminó lo superfluo sino lo sustancial, la Sefotur y las asociaciones de la iniciática privada acapulqueña que intervinieron en la organización actuaron como si sólo les importara el presente, y el futuro turístico de Acapulco es de interés nacional. ¿Por qué no “se meten en la cabeza” esto último?