Guerrero es una cajita, con polvorín
Cuando sea cosa del pasado
Afirmar que en Guerrero han disminuido los hechos violentos atribuidos al crimen organizado, no son cuentas alegres del gobierno en sus tres niveles. Allí están las estadísticas. Confiar en estas es otra cosa. Nos hemos convertido en un país de pesimistas, de gente que cree estar mejor informada que los optimistas, y esto es producto del cinismo social que nos ha envuelto a lo largo de la interminable crisis económica que inició en la primera mitad de los años 70 del siglo pasado, hace alrededor de cuarenta años.
En efecto, la presencia de las policías federales y de las fuerzas armadas en nuestro estado, ha paliado la criminalidad, sin que esto obligue a la simulación. Si la fuerza del Estado pretendiera cohonestar su reacción ante el crimen, se debilitaría. Aquí no queda más que tomar el camino que nos lleve a la paz social y este es el ataque frontal a la delincuencia en defensa de la sociedad, que mitigaría también el cinismo social o la desvergüenza en el mentir o en la defensa de acciones vituperables, como lo vemos lamentablemente entre algunos usuarios de las redes sociales.
Si nos centramos en el estado de Guerrero, y en especial en sus cuatro principales ciudades: Acapulco, Chilpancingo, Taxco e Ixtapa-Zihuatanejo, que es donde más repercusión logra la criminalidad, debemos admitir que está disminuyendo, no como quisiéramos… que desapareciera como un acto de taumaturgia, pero los prodigios son sucesos extraños que exceden los límites regulares de la naturaleza. La delincuencia, organizada o no, nunca desaparecerá. Sólo en el paraíso terrenal o en una nación utópica, se obtendrían “saldos blancos” cotidianamente.
La paz y el orden a la que aspiramos es la de hace no muchos años, cuando se salía a trabajar, estudiar, pasear, etcétera, sin temor.
Pero para que esto sea posible, se tiene que invertir económicamente en la entidad. Puerto Unión, al poniente del territorio guerrerense, un proyecto que dará trabajo a miles de personas; los nuevos hoteles en Acapulco, Ixtapa-Zihuatanejo y Taxco, cuyas construcciones están ya en proceso, paliarán la delincuencia sin duda alguna: los jóvenes sin empleo, muchas veces por hambre, son reclutados fácilmente por la delincuencia.
En Chilpancingo, la legalización de la amapola con fines medicinales, sería una opción, ya que en la sierra de la región se siembra esa planta, y en la capital del estado, y en los municipios vecinos se trafica con ella.
En fin, la criminalidad ha disminuido, pero no hay que echar las campanas al vuelo. Hay que dejar atrás el discurso festivo. El gobernador Héctor Astudillo mucho tiene que ver en esa disminución, pero debe moderar el tono triunfalista de su mensaje con motivo de su primer informe y ser un poco más mesurado.
Empero, sí ha disminuido la criminalidad. Y eso es lo que importa. Lo festejaremos cuando podamos salir de nuestras casas sin temor a ella. Cuando la crispación social sea cosa del pasado.