Teléfono rojo
Ultraderecha nacionalista
La ultraderecha nacionalista es una amenaza para la comunidad internacional: la historia registra dos guerras mundiales propiciadas por este fenómeno que lamentablemente está renaciendo en los países más poderosos del mundo.
Guillermo II de Alemania, el último emperador o káiser del imperio alemán y último rey de Prusia, que era nieto de la reina Victoria (la abuela de Europa) y primo de la zarina Alejandra de Rusia, de la reina consorte de España, Victoria Eugenia y de Jorge V del Reino Unido, llevó a Europa a la primera guerra mundial, por su desmedida ambición por las colonias africanas y de arrebatarle a los británicos la supremacía en el comercio internacional. Fue derrotado y murió en el exilio en 1941.
Adolfo Hitler, otro ultraderechista alemán (austriaco de nacimiento) llegó al poder para violar el Tratado de Versalles de 1919, el que consideraba un diktat (una imposición injusta). Reinstauró el servicio militar, los ejércitos y la fuerza aérea, fabricó tanques, cañones, submarinos y puso a temblar a Francia e Inglaterra, cuyos líderes políticos, Édourd Daladier y Neville Chamberlain, terminaron firmando, sumisos, los acuerdos de Munich del 29 de septiembre de 1938, que anexaban los sudetes de Checoeslovaquia al Tercer Reich alemán. Hitler vio en los franceses e ingleses el miedo cerval.
La invasión de Polonia el 1 de septiembre de 1939 fue el detonante de la segunda guerra mundial.
Winston Churchill sucede a Chamberlain, y el nuevo primer ministro inglés, con una Francia derrotada, hace frente, prácticamente solo, a la Alemania nazi, hasta que los Estados Unidos, con ese gran presidente que fue Franklin Delano Roosevelt, intervino en el conflicto europeo enviando armamento a Inglaterra y a la Unión Soviética y después sus ejércitos, fuerza aérea y marina, para derrotar a los nazis en 1945.
La ultraderecha nacionalista está renaciendo en Estados Unidos, con Trump en la presidencia; en Inglaterra con la primer ministro Theresa May y en Francia con el Frente Nacional de Marine Le Pen, recién derrotada por Emmanuel Macron en las elecciones presidenciales, pero el partido ultraderechista seguirá siendo una amenaza para la unidad europea y la comunidad internacional.
Aquí en México, para fortuna nuestra, no hay partidos ultraderechistas. El PAN, que ya gobernó dos sexenios consecutivos, es un partido de derecha moderada.
Es más, los partidos de izquierda, en los estados y municipios que han gobernado, se muestran como izquierdistas moderados.
El mismo Andrés Manuel López Obrador, ya en campaña por la presidencia, es un político más de centro que de izquierda.
Al no llegar a los extremos, el sistema político mexicano muestra una madurez encomiable. Lamentablemente la corrupción, como mal nacional, frena el progreso nacional y nos destruye moralmente.