
Protestan contra Trump: las imágenes publicadas en redes
¿Por qué el medio día?
Primer tiempo.
A las 12 del día el mercado de San Marcos es un hervidero de gente. Una señora joven de vestido rojo, vendedora de empanadas de camote morado, canasta a la cabeza, pasa gritando ante el resto de mujeres que venden una acuarela de colores con nombres de frutas: tomates criollos, chiles costeños y ciruelas verdes y moradas, nanches. Sin faltar la fiesta de sus sonrisas.
— ¡Apúrenle! ¡Apúrenle! Que ya va a llegar el viejito.
— Hija de la verga, más respeto que el viejito va a ser tu presidente, le grita la morena pescadora en cuclillas, el vestido arremangado entre las piernas, mientras espanta las moscas con un rollo de papel periódico.
Todas al unísono festejan el dialogo. Así son las mujeres costeñas y todas al fin ya conocen lo que puede salir de sus bocas
Segundo tiempo:
Treinta minutos más tarde. La plaza de cemento es un comal que tatema los pies. Los rayos del sol directo, al mediodía, sacan vapor de la cabeza. Cuarenta grados bajo sol en la llamada puerta de oro de la Costa Chica en una plaza semivacía. Mientras, los tigres en sus madrigueras, bajo los techos de tejas esperando al líder, listos para saltar a la plaza y tomar la sombra de las escuálidas palmeras, de los escasos árboles como si no se viviera en el trópico.
Una banda de música interpreta La San Marqueña en ese estilo norteño que poco tiene que ver con la chilena y mucho con un deformado gusto musical malformado por Televisa, la payola, y las radiodifusoras.
Un río de gente que a cada segundo es otro río, rostros morenos curtidos por el sol, mujeres frondosas de vestidos coloridos, que corre por la calle principal convertida por algunas horas en la senda de la esperanza refrescada por la infinita alegría del pueblo pobre que aún espera la buena nueva.
Las camionetotas, los cochesotes de los burócratas de la izquierda que ya han gobernado en la entidad comienzan a llegar como buitres a la espera de la oportunidad para acomodarse en la amistad que se refleje en la nómina. Los aguirristas abundan, perredistas no se diga, ex funcionarios, ex diputados, ex regidores no se diga.
Falta más de una hora y la plaza, con música, con baile, distrae a una concurrencia borracha de Sol.
Tercer tiempo:
La plaza ruge. Muchos de los presentes en este cuadrilátero infernal son miembros de la izquierda vieja que derramó aquí su sangre en la construcción de partidos políticos que finalmente les robaron la primavera.
Y una vez más están aquí para escuchar a esa especie de profeta que los llevará a esa clase de utopía que es la cuarta transformación de la República. Tienen de nuevo esperanzas, pero también saben que ya no hay otra, que esta es la última oportunidad: el último tranvía llamado deseos de cambiar.
Ahí están los maestros de la CETEG, los del SNTE, los del SUSPEG, los sin organización, los que vinieron solos, los que no quieren nada, los que no quieren puestos, los que vinieron nada más para acompañar a López Obrador en tercer intento oír llegar a la presidencia de la República.
Cuarto tiempo:
Todo indica que “ya está aquí el que va a chingar al PRI”, consigna que los sanmarqueños le gritaron a Cuauhtémoc Cárdenas cuando pasó por la Costa Chica rumbo Acapulco en una campaña victoriosa que concluiría con un escandaloso fraude.
Por el medio del sonido local se anuncia que sólo podrán subir al templete los candidatos a diputados, ningún alcalde para no violentar la normatividad electoral ante la presencia casi hostigante en la plaza de una decena de burócratas del INE que escriben, toman fotos, cuentan mantas, preguntan a los reporteros cuanta gente calculan qué hay en la plaza.
— Hay más de cinco mil, les digo.
— No es cierto, me dice,
— Entonces para que me preguntas, respondo y bajo la cortina del diálogo.
Quinto tiempo:
Son más de las 2 de la tarde y Andrés Manuel ya está en el escenario. Ya hablaron Nestora Salgado, ya habló Felix Salgado y todo pasó al archivo de lo intrascendente.
Vea usted. El candidato a senador pidiendo la revisión del Tratado de Libre Comercio. ¿No hay temas más importantes en Guerrero? La inseguridad, la violencia, los secuestros, la corrupción, fueron temas que no se tocaron y que el candidato de Morena abordaría más tarde en su discurso.
Un largo informe hizo López Obrador a los morenos costeños que vinieron desde Cuajinicuilapa hasta Acapulco y todo el estado. De buen humor el líder contagió a los presentes y se soltó con frases de todos los días: “me canso ganso”, “son ladrones”, “soy peje” y “no les voy a fallar”.
Y dijo que antes de asumir la Presidencia regresará a la costa, que yo digo es muy grande y le llaman Costa Chica.
Hubo reclamos a los candidatos a senadores, diputados presentes, a los que conminó a dejar la hamaca y ponerse a trabajar.
“Veo a los candidatos que están muy blancos que no les da el sol. Nestora Salgado… ¿Ya vino aquí?.”, pregunta a los presentes, la gente dice no, el líder dice “¡Ah ya va a venir!”.
¿Dónde está Félix Salgado?, preguntó López Obrador. Félix salió del fondo del templete donde se encontraba en alegre y felicisista chacoteo.
“¿Ha venido Félix a San Marcos?, pregunta Andrés. La gente responde “no”, “nunca” y le arrojan silbidos y abucheos al candidato al Senado.
Para rematar le dice a Félix y a los aspirantes a puestos de representación popular: “Cada candidato debe visitar 150 casas y entregar el periódico Regeneración”.
—Félix no entrega ni La Jornada Guerrero, porque no se vende, dijo un destacado líder de Morena.
Para desgracia de los candidatos el horno para ellos no estaba para bollos. En el templete formaron un infranqueable muro humano que impedía la visibilidad de la gente que se encontraba en la plaza y que sólo quería ver a López Obrador. Lo que provocó la molestia de los asistentes.
— Sáquense a la verga, quítense de ahí. No los venimos a ver ustedes, gritaron los costeños. El reclamo incluyó a los periodistas.
Epílogo.
Son más de las 4 de la tarde el sol infame taladra la piel.
¿Por qué al mediodía?