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ACAPULCO, Gro., 7 de abril de 2019.- Aquí desde el paraíso terrenal (Mundo Imperial) del que hablan los turisteros y sus negocios con dinero público: sus business, la gente bonita, la simulación, la frivolidad, el oropel… los fieles practicantes del neoliberalismo Región 4 en fiesta nacional denominada Tianguis Turístico.
Allá en los cerros, los excluidos de la fiesta, los vapuleados de la industria sin chimeneas, que no hecha humo, pero contamina aguas, ríos, mares sin ninguna responsabilidad, mientras sus propietarios amasan fortunas, los llamados turisteros.
Sí, allá la muerte callejera, la insalubridad, los arroyos de mierda por las calles, las balaceras diurnas, las ambulancias llorando entre los desposeídos de esta industria, los pequeños y grandes infiernos de los que habló el secretario de Turismo, Miguel Torruco, en un discurso sepia, que no gustó a los invitados perfumados a la fiesta.
El paraíso y el infierno. Esas son las zonas de inclusión y exclusión que ha generado esta actividad a lo largo y ancho del país y que el gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador quiere reducir o eliminar, tal vez, acceder a un Purgatorio.
Y lo dijo de nuevo en Acapulco ante el espasmo de los jerarcas de esta industria, aunque reconoció a algunos de sus baluartes, incluidos los que se apropiaron de hectáreas y hectáreas para la construcción de este Edén oscuro.
Primero la inauguración, después la ceremonia oficial preñada de largos y aburridos discursos. Desde la gradería del Fórum donde se colocó a la prensa y a funcionarios públicos de primer y segundo nivel, se logra ver una mancha de enguayaberados, doce gobernadores y sus funcionarios de turismo, que se abrazan, ríen, planean, hasta que un pelotón de marinos le echó caballería literalmente para poner orden e iniciar el ceremonial.
La forma y fondo en esta fiesta eminentemente fifí, en donde la oligarquía cevichera local es anfitriona, se reproducen los viejos moldes del pasado, el influyentismo y la prepotencia, hacen ver al Presidente de la República incómodo, fuera de lugar, cansado de discursos, como marcando su raya, percepción que fue visible cuando dijo: “Yo aquí me siento bien representando con el secretario de Turismo, Miguel Torruco”. El funcionario federa más cercano al estereotipo de la gente de este medio.
El gobernador Hector Astudillo, jugando en esta cancha como local tuvo todo a su favor, aplausos y hasta reconocimientos de AMLO. La presidenta municipal, Adela Román, vestida en negro con motivo de telar de cintura guerrerense, zapatillas de igual color, formal elegante, es una de las dos mujeres en el presídium dominado por hombres, la otra fue la secretaria de Cultura federal Alejandra Fraustro, entre quince hombres de la industria de la que vive Acapulco. Para Adela, tímidos aplausos y un tímido silbido.
El más listo, pretendiendo ser simpático, Luis Barrios Sánchez, presidente de los hoteleros de México, exigió suavemente 125 millones de dólares de dinero público para tirarlo en publicidad y sus diezmos respectivos. Sí, dinero para publicitar sus negocios y queriéndose congraciar con el presidente le llamo “genio de la mercadotecnia” y para terminar de describir las entrañas de sus negocios parafraseó: “el que no difunde o no enseña, no vende”.
Torruco, llamado en un discurso como “Turrico”, unos dicen que “Tarrico”, otros “Tarruco”, los más “Tarugo”, dio los lineamientos del gobierno federal para el turismo en el sexenio: turismo para el desarrollo social, Tren Maya, y acabar con los infiernos sociales que han generado los paraísos turísticos. AMLO reiteró seguridad y desarrollo social.
Al final el sonido local marcó el sentido fifí de este Tianguis, que tuvo un costo de 50 millones de pesos liberados por el Congreso local a la Sefotur:
“Todos aquellos que porten brazalete gris o negro, favor de mantenerse en sus lugares para atenderlos como se merecen. El resto pueden desalojar el teatro”. Los de color naranja y blanco, la mayoría, salimos del lugar. Esta fiesta no era para nosotros.