Sin mucho ruido
A propósito de la publicación del Plan Nacional de Desarrollo 2019-2024 del gobierno federal, se presenta un interesante debate sobre el modelo de desarrollo que requiere nuestro país para superar los niveles de pobreza, desigualdad y marginación. Un debate que, si bien tiene su grado de complejidad, dado los conocimientos que se deben tener en economía, desarrollo, finanzas y política pública, no debe quedar aislado de la gente, ni de quienes tenemos alguna responsabilidad pública.
En esta oportunidad, estimados lectores, analizaremos el tipo de modelo de desarrollo que requiere el país, particularmente lo que se refiere a transformar la realidad de Guerrero.
Cuando hablamos del desarrollo es común encontrar diversas variables para establecer qué tan desarrollado es o no un país. De manera especial, el desarrollo se vincula con el crecimiento económico y cómo éste es distribuido entre sus habitantes.
No obstante, el crecimiento económico de un país no necesariamente indica si hay desarrollo o no. Es claro que el objetivo primordial de una economía es crecer, es incrementar la riqueza de un país y, por tanto, que los ingresos de las personas mejoren. Pero esta relación entre crecimiento y desarrollo no siempre va en la misma dirección, porque lo fundamental en cuanto al desarrollo radica en el impacto que tiene ese crecimiento en el desarrollo de las personas de una sociedad.
En este sentido, el economista indio Amartya Sen señala que “El desarrollo es un proceso de expansión de las capacidades de las que disfrutan los individuos”. El éxito económico no puede medirse sólo por el crecimiento de su economía, sino en cómo el incremento de la riqueza mejora la vida de las personas, aumentando su capacidad para “realizar actividades elegidas y valoradas libremente”. [1]
En el caso mexicano, durante las décadas del neoliberalismo el crecimiento económico se convirtió en el fin en sí mismo de las políticas económicas de estos gobiernos. Se nos decía que si la economía crecía a altos niveles, nuestra vida como personas mejoraría. Sin embargo, a pesar de un crecimiento “mediocre”, como dicen los expertos, la economía nacional creció a ritmos de dos por ciento[2] en promedio anual durante la última década. Un aspecto que no mejoró la vida de las familias mexicanas.
De acuerdo con las cifras del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), en 2016, 53.4 millones de mexicanos vivían en situación de pobreza, 3.9 millones más que en el año 2008[3]. En materia de desigualdad el panorama es más grave, considerando las cifras aportadas en el informe Desigualdad extrema en México, elaborado por Oxfam México en 2016, que señala que “al uno por ciento más rico le corresponde el 21 por ciento de los ingresos totales de la nación”[4].
Pobreza y desigualdad son flagelos que deben ser eliminados a través del modelo de desarrollo. ¿Cuál es el tipo de desarrollo que se requiere para superar la pobreza y desigualdad? La respuesta no es sencilla, pero debe contemplar tres aspectos centrales: que sea integral, justo y equitativo.
Integral significa que considere a los individuos como personas, lo que implica considerar su desarrollo personal fortaleciendo sus capacidades a través de la educación, salud y seguridad física. Justo en la medida en que se establezcan políticas públicas que permitan que las personas sean retribuidas económicamente para satisfacer sus necesidades básicas de alimentación, vestido, vivienda, salud, entre otros satisfactores. Equitativo en el sentido de que ninguna persona por su condición social, étnica o de raza quede excluida de las políticas redistributivas.
En Guerrero, la implementación de un modelo de desarrollo con estas características es más que necesario, incluso con carácter de urgencia. Mientras a nivel nacional el 43.6 por ciento vive en pobreza, en Guerrero la cifra asciende a 64.4 por ciento de personas que están en esta situación, un 20 por ciento más que a nivel nacional. La realidad es peor cuando observamos las estadísticas a nivel municipal: en 2015, de acuerdo con el Coneval, 18 municipios de nuestro estado tienen un porcentaje mayor de 90 por ciento de sus habitantes en situación de pobreza. Los casos más graves son Cochoapa el Grande (99.3 por ciento) y Metlatónoc (98.4 por ciento) cuya población casi en su totalidad no cuenta con los elementos mínimos para una vida digna. ¿Qué hemos hecho mal como sociedad que hemos permitido llegar a esta situación?
En el contexto actual, debemos actuar de manera inmediata para remediar la situación. Por un lado, la reforma educativa aprobada en el Congreso de la Unión se presenta como una oportunidad única para realmente garantizar el derecho a la educación de millones de infantes y jóvenes. En la discusión de las adecuaciones a nuestro marco jurídico, la prioridad será recuperar a la educación como un instrumento de movilidad social, que ayude a las personas a alcanzar su máximo potencial y, con ello, mejorar su vida. Asimismo, es necesario en el ámbito de nuestras facultades como legisladores fortalecer las finanzas públicas estatales y municipales, a fin de canalizar recursos suficientes para disminuir la pobreza y desigualdad en los municipios.
La prioridad debe ser atender a los que menos tienen y no beneficiar con estímulos y condonaciones fiscales a quienes más ganan, a los mismos de siempre. Por ello, resulta pertinente diseñar una estrategia fiscal en el estado que incentive las inversiones con alto impacto económico y social en las regiones más pobres. Inversiones públicas y privadas con perspectiva social, municipal y regional.
En los recorridos que he tenido la
oportunidad de realizar en algunos municipios, observo la realidad social que
impera en nuestro estado: pobreza, marginación y abandono. Pero al mismo
tiempo, veo y escucho a la gente con mucha convicción de que las cosas van a
mejorar; con la esperanza de que la transformación les hará justicia.
[1] Sen, Amartya. Desarrollo y Libertad. Planeta, México, 1999.; y “Las teorías del desarrollo a principios del Siglo XXI” en Cuadernos de Economía, Vol. XVII, núm. 29, Bogotá, 1998.
[2] Banco de México. “Crecimiento Económico y Productividad” consultado en http://www.banxico.org.mx/publicaciones-y-prensa/informes-trimestrales/recuadros/%7B81E83E11-CFE1-C761-B850-8949FC923C55%7D.pdf
[4] Esquivel, Gerardo. Desigualdad extrema en México. Concentración del poder económico y político. OXFAM, México, 2016. consultado en www.oxfammexico.org