Tributo a la impunidad/Federico Berrueto
La realización de las elecciones del 7 de junio estan en riesgo en Guerrero y Michoacán, sobre todo en Guerrero, no porque el Estado no pueda garantizar los comicios, sino porque, para hacerlo, se requieren muchas medidas adicionales que no se están adoptando. El gobernador Rogelio Ortega no ha tomado, hasta hoy, ninguna medida que permita garantizar con certidumbre las elecciones. Hay muchas declaraciones, muchos actos públicos, pero lo cierto es que si hoy fueran los comicios, según ha reconocido el propio gobernador, la CETEG tendría controladas, e impediría la instalación, de cerca de 60 por ciento de las casillas.
Sin embargo, hay que reconocer que el verdadero problema para las autoridades federales electorales ahora está en la entidad suriana. El secuestro y asesinato de los jóvenes de Ayotzinapa en Iguala en septiembre pasado, ha logrado poner de manifiesto el grado de podredumbre que existe en el estado, donde también una parte considerable de la clase política está profundamente penetrada por el narcotráfico. Pero con componentes adicionales mucho más delicados: hoy no sabemos hasta dónde los movimientos que se suceden en el estado son consecuencia del irracional radicalismo sindical de las CETEG y sus satélites, de los grupos armados que proliferan en la entidad o de bandas del crimen organizado, con límites muy difusos en muchas regiones del estado entre los tres fenómenos.
En el gobierno de Guerrero, a pesar de que el gobernador se ufana de que las condiciones han mejorado, no parece comprender la magnitud del desafío y el gobierno federal tampoco termina de involucrarse del todo en un estado donde las autoridades son mayoritariamente del PRD. El mayor desafío en Guerrero no es la política, es el narcotráfico y la forma en que el mismo influye en la política y en los políticos. La creciente violencia se relaciona directamente con el aumento de consumo de heroína y de otros opiáceos en Estados Unidos, mismos que se importan desde México. El Filo Mayor de la sierra de Guerrero, la zona montañosa que cruza el estado, se ha convertido en el mayor productor de amapola en el país junto con zonas del triángulo dorado en el norte. De la amapola se produce la goma de opio y de allí la heroína y otros derivados.
En Guerrero hay producción de amapola y laboratorios para su procesamiento. Y desde allí el transporte hacia el mercado del norte puede adquirir muchas vías. Iguala es la entrada a Tierra Caliente y de todo ese comercio, pero las salidas son muchas: toda la Costa Grande, el propio Chilpancingo como ruta hacia Acapulco (que es un gran centro consumidor de mariguana, drogas sintéticas y cocaína). Y la disputa por esos territorios y mercados es la que genera la violencia. Y allí, aparecen grupos de supuestos guerrilleros, líderes sociales, ecologistas que en realidad trabajan para distintos grupos criminales.
No queda mucho tiempo en Guerrero. Las autoridades, locales o federales, deben decidir qué hacer: o retoman el control del estado de manos de la CETEG para que haya elecciones realmente libres y la gente con su voto elija autoridades que tengan realmente el respaldo de la ciudadanía para encarar la labor de limpieza, o dejan las elecciones para otra oportunidad y se impone la desaparición de poderes en el estado, para que, con una intervención clara, se permita una verdadera reconstrucción institucional. No hay, en esta historia, una tercera vía: la que se está recorriendo hoy es la peor de todas las opciones.
¿Cómo influirá todo esto en los comicios guerrerenses? Es imposible saberlo hoy en día. Una intervención del gobierno federal mucho más intensa en Guerrero es deseable pero no sé si será posible antes del cambio de gobierno y en plena campaña electoral. La elección será entre el PRD y el PRI, con poco que decir de los otros partidos, aunque el PAN y Morena podrán ser fuerzas emergentes, pero con tasas menores a dos dígitos. En el PRD la candidata Beatriz Mojica tiene oportunidad por haber sido gobierno 12 años. En el PRI, Héctor Astudillo puede ser muy competitivo, sobre todo por el respaldo de un equipo experimentado, mientras no simulen y porque el voto de la izquierda se dividirá entre varios aspirantes.
Toda democracia es una edificación. Necesita cimientos sólidos y un diseño acorde con las necesidades. No hay una acción súbita que entregue la democracia imaginada, deseada, diseñada de un golpe, como en un acto de magia. Como se trata de acciones de tracto sucesivo, la democracia también es un viaje. Llevamos los mexicanos casi cuatro décadas en la construcción de ese andamiaje.
Pero no sólo se han modificado normas, también ha habido una profunda transformación de la forma en que los mexicanos leen a su país, el papel de la participación, de la necesaria pluralidad y, por qué no decirlo, las formas de hacer las cosas. De aprender a contar en público voto a voto a acatar los resultados. El gran objetivo de toda democracia es dirimir diferencias por la vía pacífica. Eso está en el fondo: la paz. Construir una cultura democrática se dice fácil, pero ha sido una labor que ha involucrado a decenas de millones de mexicanos. Cada tres años un millón de ciudadanos organiza las elecciones y entregan su tiempo, y el tiempo es vida. Hoy, con un promedio nacional de edad de 26 años, la gran mayoría de los mexicanos ha vivido procesos electorales competidos, disputados y, en general, pacíficos en el último cuarto de siglo.
Las elecciones en Guerrero pueden ser “una gran ilusión democrática” porque “no existe un mínimo suelo democrático” en la entidad. No queda mucho tiempo en Guerrero. Las autoridades, locales o federales, deben decidir qué hacer: o retoman el control del estado de manos de la CETEG para que haya elecciones realmente libres y la gente con su voto elija autoridades que tengan realmente el respaldo de la ciudadanía para encarar la labor de limpieza, o dejan las elecciones para otra oportunidad y se impone la desaparición de poderes en el estado, para que, con una intervención clara, se permita una verdadera reconstrucción institucional.
No hay, en esta historia, una tercera vía: la que se está recorriendo hoy es la peor de todas las opciones. de mayor intervención federal, pero si ésta se da es muy probable que los protagonistas, por buenas o malas razones, la utilicen para mover sus campañas electorales. No hay respuestas fáciles, Guerrero no las admite ni las proporciona.