Teléfono rojo
El Presidente quiere dejar su marca en la historia. No le basta el legado político de las reformas y su eventual impacto en el crecimiento nacional. Como todo político, Enrique Peña Nieto aspira a dejar una marca tangible, un símbolo palpable que perdure por varias generaciones.
La construcción de la primera etapa del nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, fue el principal anuncio del Segundo Informe de Gobierno.
“El nuevo aeropuerto será el mayor proyecto de infraestructura de los últimos años, de nuestro país y del mundo, es un acto de responsabilidad con México para impulsar su desarrollo“, afirmó el Presidente de la República.
Será un proyecto de largo aliento y profundo impacto económico.
La decisión presidencial demoró casi dos años; en unas cuantas horas conoceremos pelos y señales. La magna obra está proyectada para ser inaugurada en 2018… justo a tiempo para el cierre triunfal del régimen peñanietista.
La promesa es enorme: seis pistas y capacidad suficiente para mover a 120 millones de pasajeros al año –cuatro veces más que la actual terminal aérea, cuya edad ronda los 63 años–; será construido en terrenos cercanos al actual; saldrá del DF; quedará asentado en territorio mexiquense, ¿donde más?… y costará algo así como 120 mil millones de pesos, cubiertos en un 60 por ciento con presupuesto federal, y el 40 por ciento restante con lo recaudado por el cobro de la Tarifa de Uso de Aeropuerto (TUA).
La Secretaría de Comunicaciones y Transportes y la Comisión Nacional del Agua echarán montón a una obra compleja que deberá edificarse sobre el lago de Texcoco; la operación del nuevo aeropuerto no debe afectar el área de regeneración hidráulica ubicada al oriente de la capital.
Tiradores para construir la megaobra, hay varios. El tamaño del proyecto atrae a gigantes como ICA, CARSO, la española OHL, Pinfra y SOM (Skidmore, Owings & Merrill), mismas que buscarán alianzas para entrarle al toro. Ninguno puede sólo con un paquete de ese tamaño.
En la puja entran al menos siete proyectos arquitectónicos. El primero, respaldado por el grupo de Carlos Slim, presentado hace unos meses por Sir Norman Foster –uno de los más admirados del mundo– y el mexicano Fernando Romero, quien diseño el Museo Soumaya y la Plaza Mariana de la Basílica de Guadalupe. El segundo diseño en pugna, pertenece al mexicano Enrique Norten y su despacho TEN, quien entraría en sociedad con SOM, responsable de una veintena de proyectos en Estados Unidos, Canadá, Asia y Europa. En la lista de aspirantes no descarte a Teodoro González de León, Francisco Serrano, Víctor Legorreta, Javier Sordo Madaleno y Francisco López Guerra. El proyecto arquitectónico del nuevo aeropuerto también será una pelea de pesos completos.
Pero más allá de escoger al mejor constructor, y al mejor arquitecto, el Gobierno exorcizó primero a los fantasmas del pasado.
Contrario a lo ocurrido hace casi 13 años, cuando el Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra de San Salvador Atenco, y alrededores, convirtieron en pesadilla el sueño de Vicente Fox, esta vez los terrenos para construir la nueva terminal aérea ya están en manos del Gobierno… y no se esperan conflictos agrarios.
Aún así, los aguerridos “atencos” alzan la voz, echando mano a sus machetes, como queriendo pelear… no perdonan a Enrique Peña Nieto por el encarcelamiento del líder Ignacio del Valle, acusado de secuestro, y encarcelado en 2006 por el ex gobernador mexiquense. (Del Valle salió del Penal Federal de Máxima Seguridad del Altiplano, cuatro años y siete días después).
Si ¡a volar se ha dicho!, es por que la debilidad de Fox, en Peña Nieto es fortaleza, interpretando el apunte de Jorge Fernández en su columna Razones, de ayer, en Excélsior.
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