Sin mucho ruido
En su Congreso Nacional el 17 y 18 de noviembre, el Partido de la Revolución Democrática tiene ante sí la oportunidad de trazar un nuevo comienzo, que interprete correctamente su circunstancia y lo que hará en los años que vienen, de cara a los retos de nuestro país.
La nueva realidad política debería llevar a profundas transformaciones en la sociedad; en los partidos políticos y en la forma en que se ejercen los liderazgos. Ese es el reto del PRD.
No basta con la inminente alternancia y la llegada de Andrés Manuel López Obrador, no está claro si ello significa un paso hacia el futuro o será una regresión.
La fuerza política de Morena es circunstancial y corre el riesgo de representar más de lo mismo ya que está visto, no considera desmantelar el sistema presidencialista. Esa lucha la debe dar el PRD desde la oposición.
El ejercicio de poder desgasta, y con los líderes fundacionales fuera, para sobrevivir, los perredistas tenemos el reto de vencer las resistencias internas y cambiar de fondo. El nuevo estatuto del PRD es la clave.
En este momento de muchas dudas e indefiniciones, los perredistas tenemos la capacidad y la obligación de aportar certezas al país. Para ello debemos convertirnos en una opción política real.
El PRD a lo largo de 29 años, ha sido un factor de cambio; sus gobernantes y liderazgos impulsaron políticas públicas y leyes a favor de la igualdad; los derechos humanos; la justicia social; por la igualdad de las mujeres y los hombres, así como la creación de importantes instituciones. Hoy el reto es mayor poner a México al día en la era de la información.
Renunciar a los principios y valores que dieron origen al PRD no es opción, sobre todo cuando una ola de líderes populistas de izquierda y de derecha llegan al poder en el mundo. La solución es transformarse.
Los resultados desfavorables del reciente proceso electoral, propiciados por una cadena de evidentes errores internos y la fuga de personajes que se subieron al tren del poder –algunos por convicción, otros por interés–, no deben ser pretexto para caer en auto flagelos. Pero sí motivación para que haya definiciones de quienes tenemos la convicción de transformar de forma y fondo al PRD.
El PRD vive un proceso de discusión interna. ¿Qué pasó?, ¿por qué obtuvo la votación más baja de su historia?, ¿hacia dónde va?, son algunas de las preguntas que debemos responder el 17 y 18 de Noviembre. Debe haber un golpe de timón en el Congreso Nacional o entraremos en la etapa terminal.
El argumento principal de la discusión en el Congreso Nacional, creo que debe ser un concepto muy poderoso: cambio total, de forma y fondo. De actitudes de todos; que defina con claridad las líneas políticas y presente a la sociedad un PRD nuevo.
Es tiempo de mirar hacia el futuro reconociéndonos en nuestro pasado y resolviendo en definitiva nuestras contradicciones. Así como estamos, así como vamos, después de un golpe electoral como el del primero de julio, el PRD no tiene ni pies ni cabeza. Por lo mismo el cambio es ahora. No hay lugar al gatopardismo.
Si en realidad el PRD va a contribuir con la liquidación de un régimen y el nacimiento de un nuevo pacto político y social, debe transformarse, debe ser otro PRD. En sus estatutos debe tener claridad y firmeza en la toma de decisiones, atrevernos a transformar de manera radical nuestros estatutos: eliminemos de una vez y para siempre a las corrientes, modifiquemos totalmente la vida interna, la estructura actual ya cumplió su función. Las corrientes tienen que desaparecer del estatuto y dejar de incidir en los órganos de dirección.
Vamos por un cambio radical de los estatutos, por ejemplo, la afiliación de nuevos militantes no puede ser masiva, es preferible que se realice de manera individual y en un proceso más riguroso para tener un padrón confiable.
Debemos tener un partido ágil en su operación y claro en sus definiciones. El actual aparato administrativo y burocrático del PRD tiene que eliminarse en su totalidad, son instancias onerosas que ya no le sirven al nuevo PRD.
Sus órganos de dirección en todos los niveles deben ser ejecutivos y sus facultades deben establecerse con claridad en los nuevos estatutos.
Debe haber claridad en la toma de decisiones, por ejemplo la designación de candidatos y dirigentes debe reflejarse en el estatuto, y no quedar a criterio de instancias, órganos de dirección, un padrón de muy dudosa composición. Es el momento del piso parejo, de la imparcialidad y de que lleguen los mejores perfiles.
Los comités ejecutivos nacional, estatales y municipales deben tener poder de decisión, quien vaya a dirigir el partido sea quien quiera y pueda, quien con trabajo y liderazgo, unifique y conduzca al PRD a una nueva etapa.
Los candidatos y candidatas a todos los cargos deben surgir bajo un solo criterio el o la mejor, para ganar.
En lo personal, no coincido con quienes impulsan un cambio de nombre; de logo ni de colores; no tendríamos por qué negar nuestra historia, y sí en cambio, reconocer lo bueno que ha hecho el PRD por México. La tarea no ha sido acabada, las banderas, las causas que nos dieron origen siguen ahí. A partir del 1ro de diciembre el nuevo PRD debe tener claridad en su camino.
El PRD sigue siendo un partido con una fuerte presencia territorial, y una vez que pasó el vendaval AMLO, el Sol Azteca tiene la oportunidad de ser la voz que haga la diferencia y se consolide como la opción de izquierda progresista que ha sido a lo largo de 29 años. No se puede pensar al México de las últimas tres décadas sin las aportaciones del PRD.
Los ejercicios de gobiernos locales tendrán en los próximos años, una parte fundamental en la narrativa de la historia de México. Yo espero que den muestra de cómo hacer bien las cosas a favor de la gente. El nuevo PRD no puede tolerar en sus filas gobiernos y representantes populares que con su actuar y desempeño pongan en duda el renacimiento del perredismo nacional.
Estoy seguro que las nuevas generaciones de perredistas sacarán adelante el reto de construir una nueva opción de izquierda, la izquierda que necesita Guerrero y México.
Una voz desde el sur de México.